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El primer encuentro extraterrestre: los alveanos

30 de enero de 2024


Como quizás sepas si te has informado un poco, Hanson y yo no pertenecemos a esta época.  Él nació en Brasilia en un momento histórico muy complicado, en el año 2124, y yo ni siquiera fui creado en este planeta, ni en realidad en ningún otro.  Soy miembro de pleno derecho de La Ciudad, un lugar que te encantaría visitar, pero al que no puedes acceder de ninguna manera.

Si no entiendes nada de lo que te estoy contando, te recomiendo que leas esto.  Puede parecer una novela, pero es una historia real.  O lo está siendo: depende del año en que leas este texto.

Pero si estás ávido por saber cosas sobre el futuro, déjalo todo y sigue leyendo.  Hoy quiero contarte algo que sucederá dentro de bastante tiempo, allá por el 2150.  En ese año ocurrirá algo que lleváis mucho esperando: una inteligencia extraterrestre contactará con nosotros.

Los alveanos

El planeta de procedencia de los alveanos no es muy diferente al nuestro en cuanto a composición y tamaño, y su desarrollo tampoco habría sido muy distinto si en su planeta hubieran existido unas criaturas con la capacidad mental de la especie homo. Sin embargo, el planeta Alvear siguió un camino evolutivo en el que nunca hubo especies que se salieran del tiesto, como ha ocurrido con la humana aquí en la Tierra. Los alveanos, a pesar de haber destacado por sus avances científicos, no eran los amos exclusivos de su mundo; y si alcanzaron grandes logros fue gracias a que evolucionaron durante miles de millones de años, de una manera mucho más gradual y lógica que lo que ha ocurrido aquí con tu especie.

Como no quiero extenderme mucho, te contaré lo más importante sobre estos seres y los detalles sobre su llegada.  

Los alveanos tienen el tamaño aproximado de una silla de oficina.  Pesan (en la Tierra) unos setenta kilos y su color varía entre el gris azulado y el gris verdoso. Poseen una cabeza unas cinco veces más grande que la de un hombre adulto, de tamaño esférico pero no uniforme, unida a un tronco bastante más achantado y grueso, en forma de pera. No tienen cuello, ya que no les resulta necesario girarse para mirar hacia atrás, pues poseen tres ojos, repartidos alrededor de la cabeza.  Éstos son redondos y negros, del tamaño aproximado de una manzana, y capaces de captar un espectro lumínico superior al humano y una visión angular en cada uno de ellos también más amplia, que les permite ver todo lo que hay a su alrededor.  En opinión de los seres humanos, esos ojos tan redondos y brillantes les hacen parecer tiernos y un poco infantiles.  Y aunque los alveanos no tienen esas cualidades, tampoco son crueles o aterradores. Su manera de ser es complicada de entender por lo diferente. En cualquier caso, no vendrán con malas intenciones.  Ni buenas, en realidad.  Simplemente, vendrán.

Tienen siete extremidades que surgen del tronco a diferentes alturas.  Utilizan dos para desplazarse y permanecer a la espera, lo mismo que tus piernas, que son las que sobresalen de la parte más baja de su cuerpo.  Junto a estas piernas surgen otras dos extremidades más, que utilizan para desplazarse junto a las primeras, pero que también les sirven como brazos.  Es decir, que cuando están quietos se apoyan en dos piernas, pero cuando caminan utilizan esas piernas y las otras dos extremidades, que son iguales que las piernas, pero que también utilizan como brazos, y en cuyo extremo hay unos tentáculos que pueden servir como dedos.

Aún tienen tres extremidades más, que surgen de la parte central del tronco, en paralelo con los ojos.  Es decir, que allí donde en la cabeza hay un ojo, medio metro más abajo, del centro del tronco, sale un brazo.  Así, los alveanos no tienen parte frontal ni espalda, sino que perciben e interactúan con el entorno en 360 grados.  Esta forma de evolucionar es tan diferente a la de la Tierra que por fuerza su manera de ser también es radicalmente distinta.

Si para tener una idea más clara de su aspecto tuviéramos que compararlos con algo conocido, podríamos decir que los alveanos tienen un 75 por ciento de pulpo y un 25 por ciento de gorila.  El pulpo, a causa de sus siete extremidades, que además son muy flexibles, y su cabeza redonda y grande; y el gorila por la manera que tienen de caminar y su facilidad para encaramarse a sitios elevados.  También carecen de esqueleto óseo.  Su forma un poco pulposa se mantiene gracias a una musculatura muy dura, aunque de material diferente a cualquiera que se conozca en la Tierra, comparable al cartílago, que está debajo de la piel y protege tanto al cerebro, que tampoco se parece a nada que conozcas, como al resto de los órganos internos.

Ahora que tienes una idea clara del aspecto de los alveanos, habrás llegado a la conclusión de que se parecen mucho a las criaturas que aparecían en las películas de invasiones alienígenas de mitades del siglo veinte.  Eso mismo pensarán los humanos que vivan en la Tierra cuando conozcan a los alveanos, pero en esta especie hay una puesta en escena que no existía en aquellos muñecos.  Los alveanos tienen un saber estar muy elegante; cuando permanecen quietos y sin comunicarse, algo que ocurre muy a menudo, acoplan sus extremidades al cuerpo adoptando una forma de huso muy estilizada, como si fueran esculturas modernistas, ciertamente hermosa.

La principal diferencia entre la especie humana y los alveanos es la manera de organizarse entre sí. Los seres humanos forman sociedades en las que gracias a la interrelación, dando pequeños pasos individuales, logran grandes objetivos, Los alveanos colaboran de una manera mucho más estrecha, puesto que son capaces de conocer la información que necesitan con solo desearlo, siempre que otro alveano ya la posea.  Es una cualidad intrínseca, refinada y pulida durante millones de años de evolución.  Quizás te hayas dado cuenta de que tu especie, la humana, está comenzando a hacer algo parecido con Internet, pero en esto ellos os llevan una ventaja inalcanzable.  Esta capacidad es la que determina la principal diferencia entre su especie y la tuya.

El gentilicio "alveano", de hecho, procede de la palabra latina "alvearis", que significa colmena.  Los primeros estudiosos de esta especie extraterrestre se percatarán de que así es como se organizan.  Por extensión, a su planeta se le llama Alvear, ya que resulta imposible aplicar un sonido a la manera en que ellos se refieren a su hogar.  La razón es muy sencilla: los alveanos no se comunican con sonidos, por lo que resulta imposible "hablar" con ellos.

Cronología de la toma de contacto.

2140 estará siendo un buen año: naciones de Asia que estaban en guerra comenzarán a vislumbrar tiempos más tranquilos, aunque sea más por agotamiento de recursos y capital humano que por haber llegado a un acuerdo.  Los Estados Unidos comenzarán a recuperarse de la catástrofe que hunde media Costa Oeste bajo las aguas, causando decenas de millones de muertos. Europa vivirá tiempos de paz, tras las guerras civiles provocadas por las diferencias del Nuevo Islam y el Islam Tradicionalista.  África, convertida en el granero del mundo, seguirá creciendo de forma próspera y planificada a pesar de las guerras civiles...

Todos los problemas y las tensiones pasarán a un segundo plano cuando las agencias espaciales comiencen a recibir la señal de los alveanos.  Será los primeros días de enero de 2140, diez años antes de la verdadera toma de contacto.  No se tratará de un mensaje, sino una señal llegada desde una órbita más alejada del Sol que Plutón, y procedente de un lugar donde, en principio, no habrá nada. Se enviará a ese lugar una señal parecida a la que se recibe, con la idea de que, si quienes estaban enviándola son inteligentes, sabrán entenderla; y al mismo tiempo se enviará con urgencia una nave no tripulada, que tardará cinco años en llegar a ese punto.  Durante los años de viaje de la nave la señal seguirá recibiéndose, y sin lugar a dudas se tratará de algo elaborado por una inteligencia racional, aunque indescifrable.

En 2146, un año después de llegar hasta allí la nave no tripulada, se hará visible una forma ovoide, de color blanquecino y unas dimensiones parecidas a las de un estadio de fútbol grande.  La señal que se recibía cambiará, pero como nadie habrá entendido nada de la primera, pues se tratará de ondas gravitacionales en una frecuencia aleatoria y sin sentido para los seres humanos, tampoco lo harán con esta.

Por fin, en noviembre de 2149 aparecerá la ansiada nave espacial.  En realidad se tratará de una estación de bombeo cuántico (así se llamará cuando la invente la especie humana algún tiempo después), y no de una verdadera nave espacial.  (Toma nota de esto: tus descendientes jamás viajarán en una nave espacial como las que habéis imaginado los últimos siglos; la manera en que el hombre viajará entre las estrellas será diferente, pero ya hablaremos de eso en otro momento.)

La estación espacial (llamémosla así), permanecerá en silencio durante varios meses, hasta que en febrero de 2150, diez años después de la primera señal detectada, los alveanos se presentarán por sorpresa en la Tierra.

No se sabe por qué elegirán Moscú para aparecer.  Quizás la Plaza Roja es parecida a algún paisaje familiar de su mundo, o simplemente esa explanada les parecerá adecuada.  Nadie podrá preguntárselo a ellos. Una mañana, diez alveanos estarán allí, formando un círculo, en pie, sostenidos por sus dos patas, y con el resto de extremidades elegantemente plegadas sobre su tronco en forma de pera.  Dejarán una separación de 2'34 metros entre uno y otro, por lo que el círculo que forman no es muy grande, de unos ocho metros de diámetro.  Los primeros moscovitas que los descubran, antes del alba, pensarán que se trata de una escultura, ya que los alveanos pueden permanecer totalmente inmóviles.  Pero la imagen no tardará mucho en recorrer el planeta, y comenzará a agolparse la gente alrededor,   El ayuntamiento negará saber nada, y a las nueve de la mañana ya se habrá acordonado la zona, aislado a todos los que habían estado cerca (el terror a posibles infecciones alienígenas se desatará en ese momento) y comenzará a montarse una carpa alrededor de los visitantes.

La postura inmovilista de los alveanos durará muchos días en los que se hará todo lo posible para comunicarse con ellos.  Desde repetir las señales recibidas diez años atrás, hasta ejecutar danzas tribales de diferentes partes del mundo.  Se cambiará la temperatura, la luz y la humedad del recinto; se emitirán mensajes en todas las frecuencias posibles con claves matemáticas, sonidos cósmicos, imágenes de las constelaciones más probables de su origen, datos sobre la naturaleza del planeta Tierra y hasta símbolos religiosos.  Se decidirá no proyectarles Rayos-X u otras formas de energía que podrían considerar una agresión, por lo que solo estudiarán su anatomía externa.  Si lo hubieran hecho, sin embargo, sus dudas habrían acabado mucho antes.

Nadie se atreverá a acercarse a ellos durante los tres primeros días, y quienes estén dentro de la carpa vestirán ropas que les aíslen por completo, manteniéndose a una distancia más que prudente. Pero, dado que los visitantes no mostrarán ningún interés por la información que les ofrecerán los terrestres, al fin decidirán enviar un robot para llegar hasta el espacio que los alveanos dejan entre ellos, colocándose en el centro del círculo que forman con sus posiciones.  Una vez allí, volverá a emitir mensajes, mientras intenta detectar algún movimiento.

Se les ocurrirá disfrazar al robot con un aspecto parecido al de los propios alveanos, esperando que se considere como muestra de buena voluntad, pero tras dos días más de pruebas infructuosas, y perdiendo la paciencia, se decidirá que el robot toque a uno de ellos con uno de los tentáculos que le añadirán a su estructura metálica, y con la máxima suavidad posible.  La zona que haga contacto entre el brazo mecánico y el alienígena será, en opinión de todos, lo más importante que exista en la historia de la humanidad.

El robot se acercará a uno de los alveanos, quedándose a una distancia de 2,34 metros durante seis horas.  Luego se irá aproximando despacio, hasta colocarse a solo treinta centímetros de su cuerpo. Podrá medir el calor, la humedad y otros parámetros que, hasta ese momento, habrá sido imposible detectar.

Dieciocho mil millones de humanos, hybrids e inteligencias artificiales observarán en directo cómo Erthy alarga su brazo robótico hacia el extraterrestre elegido, y en el momento de contactar con su piel gris azulada, lo traspasará como si allí no hubiera nadie.  Sorpresa planetaria: los cuerpos de los alveanos son una copia cuántica proyectada desde la estación espacial aparecida más allá de Plutón. Cómo se hace eso, es algo que tu especie no descubrirá hasta bastantes décadas después.

Entonces será cuando estemos preparados para escuchar a los alveanos.  Sabiendo la naturaleza de su presencia, sabremos también qué tipo de oídos emplear para escuchar sus voces.  Pronto se instalarán las máquinas capaces de captar los flujos cuánticos de información que acompañan a las figuras inmóviles.  Llegarán datos, millones de datos, en principio indescifrables.

Al cabo de diez horas, los alveanos se moverán.  Primero lo harán sus ojos, redondos, brillantes y sin párpados, que mirarán a su alrededor inexpresivamente.  Luego se desplegarán sus extremidades, desenrollándose con suavidad, dejando ver todos los detalles de sus cuerpos de aspecto frío y pulposo.  Se encaminarán despacio, pero ágiles, al centro del círculo, y allí se fusionarán en un solo cuerpo luminoso, para desaparecer con un parpadeo.

Horas después llegará información desde la estación espacial en órbita lejana: también habrá desaparecido. Nunca más sabremos de los alveanos.  La información recogida en las diez últimas horas de su visita será todo lo que nos quede, y pasarán otros cincuenta años hasta que las inteligencias artificiales logren descifrar la información obtenida.

Será entonces, en el año 2200, cuando averigüemos por qué se fueron: no nos consideraron interesantes.  Para los alveanos, unos seres que han tardado millones de años en lograr lo que nosotros hemos hecho en doscientos, somos una raza en extinción, un fallo evolutivo, un meteorito en el mundo de la inteligencia a punto de arder. Consideraron que nos quedaba muy poco tiempo de existencia, por lo que se fueron, como son ellos, sin decir nada.
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