— Saludos, Ísquime. Se requiere tu presencia de inmediato. El grupo liderado por Ísquime se encontraba en una posición de ventaja. Habían resuelto cuatro de las siete propuestas sin ningún error, y eso les daba tiempo y ciclos suficientes para terminar el experimento sin prisas. Y justo ahora, cuando más compenetrados se sentían y mejor fluían las ideas, llegaba ese mensaje. Y además, ¿quién lo enviaba? — Saludos, mensajero. ¿Quién me reclama? — El remitente es privado, solo tú puedes saberlo. Pido disculpas a los demás. — Disculpas aceptadas —dijo el resto del grupo con una sola voz—. ¿No pueden esperar? Estamos a punto de resolver un problema complejo. — No importa —dijo Ísquime—, seguro que podéis seguir sin mí. Ya habíamos avanzado bastante. Eso era cierto. Los flujos cuánticos trazaban una parábola perfecta y alrededor del conjunto de bosones la gravedad se había invertido. Podían analizar los resultados sin Ísquime, de momento.