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Una muerte en un retal (I):

17 de enero de 2024

Mi nombre es Hanson.

Soy el ser humano compañero del creador de este blog, Olí, la conciencia autónoma.  No tengo mucha experiencia escribiendo, pero quiero relatarte algo que ha ocurrido estos días.  Supongo que mi compañero no pondrá objeciones en que utilice este medio de vez en cuando para dejar constancia de sucesos que, si no es por estos archivos, nadie sabrá que han ocurrido.




Estamos en Croacia, en la ciudad de Zadar, que es ordenada, limpia, rural, pudiente y costera.  Olí y yo siempre tendemos a quedarnos en lugares que dan al mar, aunque deberíamos ir pensando en dejar de hacerlo.

Hace una semana, John nos trajo hasta aquí desde Zagreb, interrumpiendo una misión que estaba algo estancada.  Son casi trescientos kilómetros, que hicimos en autobús, sin que John nos dijera las razones.  Ha sido la primera vez que le seguimos sin hacer preguntas.  Yo detesto hacer algo sin saber los motivos, pero creo que John no entiende eso.  Él puede leer los pensamientos, y supongo que tanto ruido en la cabeza le provoca mucha confusión.

Una vez en la ciudad, John nos dijo que necesitaba pasear a solas.

—¿Y podemos saber por qué? —Le pregunté yo— ¿No nos vas a decir qué estás buscando?

—Busco a un hombre que ha matado a su hermano.

Y se alejó por la calle.  Olí le habló a través del altavoz de su teléfono móvil:

—¿No prefieres que lo busque yo? —casi sonó como un padre preocupado—  Si tienes un nombre, o una dirección...

—Lo siento, Olí, no tengo nada.  Solo un pensamiento que percibí en Zagreb.

—Pues tuvo que ser un pensamiento muy raro, para que nos hayas hecho venir hasta aquí —dije yo, cada vez más alto, porque John estaba alejándose—.

Sin volverse, levantó un brazo en un gesto que interpreté como una afirmación.

—Nunca le había visto así de preocupado, Hanson —me dijo Olí—.

—Lo mejor será que lo tengas vigilado, compañero.  Mientras tanto, buscaremos un lugar donde dormir.

En esta época del año, pasadas las navidades, los precios bajan un poco y Olí consiguió una habitación doble en el Hostal Elena, en pleno centro de la ciudad, no lejos de la hermosa iglesia de San Donato.  Me senté al cobijo de su torre blanca, una vez alquilada la habitación, a esperar.  A las once decidí irme a dormir.

Durante todo el día siguiente tampoco supimos nada de John.  Olí había pasado la noche buscando algún rastro suyo en las redes, o un movimiento electrónico que lo pudiera delatar, sin éxito. Decidí salir a buscarlo hacia las diez de la mañana y estuve hasta entrada la noche recorriendo la ciudad por todas sus esquinas.  No conseguimos nada.  No es que nos preocupara; sabíamos que John era capaz de valerse por sí mismo a pesar de su incómodo don, pero precisamente por eso necesitábamos saber dónde estaba.  En los cinco años largos que llevamos juntos, nunca había actuado así.

Hacia las diez de la noche, de nuevo en el hostal, Olí tuvo al fin novedades.

—Aquí lo tenemos, Hanson.

Yo estaba medio adormilado en mi litera, porque la caminata del día me había dejado exhausto, y di un respingo.  Mi compañero ya estaba representando en el aire las imágenes que le llegaban desde una cámara de seguridad.  Sin mucha luz, pude ver a John entrando en la tienda de una gasolinera.

—¿Dónde es? —pregunté—

—A tres kilómetros de aquí, en dirección norte.  Esta mañana hemos estado en un centro comercial cercano.

Yo no me había quitado la máscara que tapa mi verdadero rostro, previendo una salida urgente, pero ponerme la ropa para disimular mi traje inteligente me tomó unos segundos.  Bajé a la calle en tres zancadas.  Olí, en su tableta, se quedó en la habitación.

—Está comprando un recipiente para rellenar de combustible —me dijo por el comunicador mientras corría—.  Lo voy a perder de vista, pero ha pagado en efectivo, y creo que ha entregado más dinero del que cuesta el bidón.

—Probablemente es porque quiere rellenarlo de gasolina, Olí.

Yo puedo correr tres kilómetros en algo más de diez minutos.  Olí y yo dedujimos a la vez que era demasiado tiempo.

—Hay muchos taxis a tu alrededor, Hanson, así llegarías antes.

Olí me dio la dirección, que repetí al taxista con el mejor acento croata que pude adoptar.  Durante el camino, ocurrió lo que ya suponíamos.

—Creo que ha rellenado el bidón y se ha ido en dirección sur, más o menos hacia ti, pero ya no lo puedo ver.

—¿Ni siquiera si se ha ido caminando? Con el peso, por lo menos sabemos que irá despacio.

—No, en esa zona no hay manera de detectarlo.

Me bajé del taxi cerca de la gasolinera.  Era una zona de chalés rodeados de vegetación.  Las calles estaban limpias, los perros de los jardines ladraban convenientemente a mi paso, y en ninguna parte encajaba la imagen de John con un bidón de gasolina.  No tenía a dónde ir, pero no saber por qué mi amigo estaba haciendo algo tan extraño me obligaba a mantenerme en movimiento.

Media hora después, llegó la respuesta.

—Hay un incendio, Hanson.  En una vivienda.  Acaban de llamar a los bomberos.

No me hizo falta preguntar dónde.  La casa estaba a menos de un kilómetro de mi posición y la estación de bomberos no debía de estar lejos, porque a los pocos segundos escuche la sirena.  Corrí hasta allí, preocupado por la vida de mi amigo, e intentando llegar antes que nadie.  Quizás hiciera falta ocultar a John, que al no disponer de traje inteligente no podía hacerse invisible, o, como suele ser habitual en mi trabajo, mentir a todo el mundo para salir de allí sin levantar sospechas.  Eso, sin contar con la intriga por las razones que habían movido a John a provocar un incendio... si es que había sido cosa suya.


La hermosa ciudad de Zadar, en Dalmatia.

Pronto comprendí que la vida de un telépata dista mucho de parecerse a la del resto de los seres vivos.  La historia que me contó John, la muerte que él había captado en un retal de pensamiento, era sobrecogedora, y me hizo ver la dimensión en la que mi amigo se veía obligado a vivir.  Cruel y árida.

Ahora tengo que dejar de escribir, porque regresamos a Zagreb, parece que hay novedades.  Prometo volver pronto a contaros el final de la historia.  Explicarla bien va a ser duro y complicado, pero creo que necesitas saberlo.

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